Un grupo de alumnos de nuestro centro cultivan fresas para medir la contaminación atmosférica de la ciudad.
«Vigilantes del cierzo» es un experimento propuesto por la fundación Ibercivis, en la que participa la Universidad de Zaragoza y coordinado por el Programa «Ciencia Viva». Su objetivo es crear un mapa de inmisión de contaminantes (en concreto metales pesados) mediante la biomonitorización de pequeñas plantas de fresa distribuidas por toda la ciudad de Zaragoza.
La ciencia ciudadana es una estrategia de investigación científica que se basa en el apoyo de ciudadanos no profesionales que colaboran desinteresadamente en proyectos de investigación reales, ayudando a su desarrollo. La Universidad de Zaragoza lleva a cabo, desde hace varios años, proyectos de ciencia ciudadana impulsados por la fundación Ibercivis.
En los últimos años Ibercivis colabora con el proyecto «Ciencia Viva», que pretende impulsar el conocimiento y la actitud positiva hacia la ciencia entre los alumnos aragoneses. Fruto de esta colaboración es la participación de los alumnos de diferentes centros educativos en los proyectos de ciencia ciudadana propuestos por ibercivis.
Este año el proyecto que pretenden desarrollar estas dos entidades recibe el nombre de «Vigilantes del Cierzo», y trata de desarrollar de modo colaborativo un mapa de contaminación de la ciudad de Zaragoza mediante una metodología de biomonitorización activa.
La biomonitorización consiste en estudiar la acumulación de contaminantes en los seres vivos, concretamente en las plantas. Para desarrollar el experimento se han distribuido entre centros educativos y ciudadanos voluntarios un total de 1.000 plantas de fresas que deberán cultivarse en el exterior (balcones, ventanas, terrazas, jardines…) durante unos tres meses, al cabo de los cuales se recogerán dos o tres hojas de la planta para ser enviadas a un laboratorio en Amberes (Bélgica) donde se analizará la concentración de metales pesados.
Para garantizar la distribución homogénea de los puntos de control de la contaminación (es decir, de las macetas con fresas) por toda la ciudad, se ha elegido un centro educativo por cada código postal, y en cada uno de ellos se han distribuido 25 plantas entre los alumnos interesados en participar en el experimento. Una vez finalizado, los alumnos podrán conservar la planta y cosechar sus propias fresas durante los próximos años.